Lo que pasa

Me siento mutilado. Hay tanto que podría hacer si no fuera yo. Sería tan fácil, como les pasa a los demás.
¿Y mis piernas? No siento nada de ellas. ¿Dónde estarán? ¿Dónde estarán los dedos de mis pies, las rodillas, todo lo que estaba ahí?
Tenía un granito a la altura de la cintura, una picadura de mosquito, un tajito que me hice con la mesa, y no sé cuántas cosas más.
¿Qué habrá sido de los pelos de mi ombligo? ¿Y del ombligo? Me daba muchas cosquillas tocarme por ahí.
Qué feo que es el invierno, las cosas que me hace sufrir…
Me gustaban mis manos, siempre tenía las uñas cortas y limpias.
Me siento impedido para todo. Un inútil.
Era linda mi habitación. Apenas una luz colgando, dos sillas, la computadora. Parecen tan inalcanzables y lejanas. Había quedado todo acomodado, me parece recordar.
Me acuerdo todavía de la última vez. No hace mucho. Pero el invierno es así.
Como siempre busqué un refugio. Demasiado seguro y cómodo esta vez. Y no puedo salir.
Y encima el reloj. Otra vez me va a recordar que hace media hora eran las siete. Y tendría que haber salido.
Va a ser mejor que abra los ojos, para empezar, y por lo menos me siente en la cama antes de que se me haga tarde.

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