DESPUÉS DE LOS PRESENTIMIENTOS NADA Una bandada de palomas pasaba delante de su vista sin interferir en la observación de la estática realidad. Los sueños de anoche se alejaban sin más remedio. El auto que cruzaba dejaba su resaca de gases en el aire. Agua descendía hasta la tierra de esa maceta de allá, perdiéndose hacia adentro. El piano desde el parlante llegaba y se iba en un instante. Su alrededor en el suelo se llenaba de pisadas en varias direcciones. Los sueños de anoche se alejaban sin más remedio. El horizonte seguía siendo una línea al final de la vista. El tiempo no cesaba en su transcurrir (la prueba eran los relojes). Las aguas de las cimas mantenían invariable su destino de caída. Toda el agua repetía insensiblemente su ciclo. Todos los seres continuaban naciendo y muriendo indiferentes. El sol iluminaba de día y la luna de noche, como siempre. Las lluvias precedían al tiempo seco y viceversa. Los sueños de anoche se alejaban sin más remedio. Prometieron internarlo en un lugar blanco, vestido de blanco, rodeado de enfermeras vestidas de blanco que le suministrarían su blanca píldora, si no se callaba. Entonces Juan redactó prolijamente siete cartas, una a cada iglesia, rectificando lo anunciado en las de anoche, excusándose en que todo se debía a una confusión provocada por algunas dosis de más de su medicamento.

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