NI Lucio Borgna (2010)

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NI


El/la protagonista no se siente bien. No sé/no sabe si es algo que trae desde la infancia y aún no pudo resolver o quizás algo que le sucede en el momento presente. No importa.

En este instante medita acerca de la primera posibilidad. No la primera en su existencia, solo la primera que puede recordar. Siente que su ser es el mismo que fue a los dos, a los cinco y a los quince años. Inmensa sensación de unidad. A pesar de esta certeza, sabe también que ayer y mañana será seres distintos. Gran omnipotencia.

Al problema de la unidad se le agrega el de la complementariedad. Conoce apenas a su antagonista y le conoce profundamente. Pudo ver a través de su mirada lo que escondía y mostraba cifradamente. En ese vibrar había un temblor y un vacío lleno, que llevaban a otro temblor y a otro vacío lleno. El/la antagonista percibió lo mismo y tal vez pensó que era su reflejo, temiendo que su narcisismo proyecte algún modo de ser que le era propio.

Protagonista y antagonista se contaron fragmentos de su pasado, de su presente, de su futuro. No siempre lo que se contaba era creído fielmente. Esas ocasiones en que se dudaba de la veracidad respondían a los temores propios de cada personaje de que su historia pasada no sea creída. Ni protagonista ni antagonista habían mentido. Sin embargo les asaltaba la inseguridad y el deseo de agradar. Mientras se hicieron compañía, sus percepciones del tiempo transcurrido fueron diferentes a la que mostraba el reloj, pero iguales entre sí. Cuerpo y alma de protagonista se fundieron en una sola entidad, igual que cuerpo y alma de antagonista. Luego las dos almas hicieron lo mismo mutuamente mientras que los cuerpos también en apariencia se fusionaban.
La percepción se hizo difusa y el narrador omnisciente dejó de ser ambas cosas. Estaba concentrado en su propia búsqueda de la complementariedad que acababa de recordar. Abandonó el relato de protagonista y antagonista, decidido a concretar una acción real.

Está inquieto, porque sabe que necesita de la presencia de alguien en que está pensando, y hasta cree que esa necesidad es mutua. Pero de nuevo el tiempo objetivo de los relojes no coincide con el de la intensidad de su espera. Y ha aprendido recientemente que frente a la eternidad temporal en que está inmerso el universo, pierde importancia el minuto o año que transcurra hasta que su encuentro ocurra.

Pierde su poder de concentración, cada detalle carece de importancia y es descartado si no forma parte de esa unión que él espera. Dispersa la atención de su relato haciendo dificultoso el entendimiento de un hilo conductor que seguramente tiene a pesar de sus preferencias estéticas. La velocidad y la importancia de los acontecimientos evolucionan en forma inversamente proporcional. Cada vez más rápido dirige sus sentidos hacia demasiados primeros planos. El ritmo de edición se acelera. La música se llena de pizzicatos y variados timbres impulsivos con algo de reverberación, aunque luego de unos segundos se empieza a percibir un crescendo grave y sostenido que no parece terminar. El director me mira, yo levanto los dos hombros simultáneamente mientras las palmas de mis manos se separan orientadas ligeramente hacia arriba. Entonces, un poco contrariado, hace señas de “corten” y me llama a un costado del set. Estoy adivinando lo que va a decir. Algo de la tensión, la distensión, el conflicto, la resolución del conflicto, y sé lo que le voy a contestar. No le gustará.

La decisión es suya.

(Mientras tanto, con el libro entre las manos y preguntándote qué hacías leyendo un relato que parecía perder el rumbo en cada párrafo, pensaste en preparar un té. No es que te gustara especialmente esa infusión, o tal vez sí, pero siguiendo la primera posibilidad, fue el deseo de experimentar una sensación poco o casi nada experimentada. Recordaste a alguien a quien querés encontrar desde hace un tiempo, y planeaste durante minutos provocar ese encuentro. En esos instantes la lectura se hizo extremadamente superficial y mecánica, lo que te obligó a volver a comenzar desde la sección anterior. Te preguntaste si recordará aquellos momentos compartidos hace tiempo, mientras el vapor subía y te transportaba a aquella cocina que ustedes compartieron ese instante. Por su recuerdo también pasó el momento compartido y planeó por segundos un reencuentro con vos. El mutuo recuerdo se hizo evidente en otra dimensión. Ambos lo supieron enseguida, pero falta un lapso de tiempo físico para que tomen la decisión.)

No me interesa cuál es la decisión que tome el director. Confío plenamente en sus instintos estéticos. Muchas veces ya le he permitido decidir y me sorprendió gratamente con sorpresas inverosímiles pero de un realismo absoluto. Por ejemplo, hace unas semanas editó y me produjo una yuxtaposición entre capítulos de una manera que pareció completamente planificada. He delegado todas las decisiones en el director, y pienso que la decisión de delegárselas también fue decisión suya. Sería injusto limitar su presencia a lo perceptible por mí. Él puede ser quien haya decidido el comienzo de la preproducción de este film, su guión (a veces parece improvisar, no obstante, y su habilidad en eso es inabarcable), el reparto, y cada una de las ubicaciones de cámara. Ahora, desde la isla de edición, me hace escribir estas palabras.

(No es una casualidad que estés leyendo esto. El número de copias, la distribución, y los destinatarios, ya formaban parte de su plan. El impacto que te genere también está pautado. Cuando te canses de esta lectura y la abandones “para siempre” estarás cumpliendo un mandato, y cuando, conciente de ese mandato, cambies tu parecer, y lo disfrutes, torciendo el supuesto destino, cumplirás el mandato de rebeldía que te estaba impuesto. No, eso que pensás no es cierto. Es completamente verdadero, sí. Hay una lista grande de posibilidades para que hagas después de leer. Y no será que hayas dejado el texto. Vas a agregarle esas partes que creías que le faltaban.

Ahora, por favor, hacé otra cosa, escuchá música o salí a dar una vuelta, o lo que sea. Quiero dejar esta charla para dedicarme a lo que estaba haciendo sin distracciones)

Listo, ahora que no estás leyendo voy a dedicarme solamente a escribir, sin pensar en cómo suena esto, o si está correcto, o si le interesa a alguien. Porque la recepción no tiene tanta importancia, ninguna, en este momento. Yo soy de momento el que está escuchando. A cada instante el director se comunica y me da las instrucciones. No siempre me doy cuenta de eso. A veces llevé a cabo misiones larguísimas sin saber su sentido hasta el final. Y no es algo que me preocupe, porque tengo le tengo fe ciega en eso que llega y dice (de alguna manera) mis futuros movimientos, incluso en los de protagonista y antagonista, que luego de unirse física y espiritualmente pueden quizás prolongar su unión de maneras no evidentes para sus espectadores. Permanecen en la conexión inmaterial, cada pensamiento es compartido, cada sensación también. A veces no lo saben. Mañana cuando se despierten estarán en lugares lejanos, otro tiempo físico, otro cuerpo y otros recuerdos. Y entonces podrán conocerse por primera vez.

Será un día en que protagonista no se sentirá del todo bien, posiblemente por alguna preocupación traída desde la infancia o quizás más reciente. El encuentro con antagonista no resolverá el problema, pero distraerá a protagonista de su búsqueda existencial para brindarle un motivo más inmediato que perseguir. Este motivo, será un eslabón más en la cadena de acontecimientos que llevarán a protagonista en la búsqueda que posiblemente lleva desde la niñez.

El encuentro será casual. El encuentro no será casual. Antagonista es igual que protagonista en sus preocupaciones y ambiciones vitales. Antagonista no se parece en nada a protagonista. Por eso se atraerán mutuamente, por ser tan iguales. El abismo de diferencias que los separa será la causa de su unión inseparable.

Pasó una bandada de gaviotas hacia el norte. Subió la temperatura. Llovió tres días seguidos. En una esquina de mi calle alguien pintó un graffiti que dice “lo que está y no se usa nos fulminará”. El diámetro de la mancha de humedad en la pared que da al baño creció un centímetro. Las naranjas del frutero de la esquina estaban apiladas una sobre otra. Los semáforos me daban tres luces de colores distintos. El intendente en persona aceptaba aparecer en un acto público. Las jergas recortaban las palabras a la duración de dos sílabas. Lo que ocurría sucedía en una dimensión. Y después de hacer la descripción del entorno hubo que volver a intramarea para continuar relatando parcialmente los hechos de que formaban parte protagonista y antagonista.

Cuando se den cuenta de que existe la complementariedad entre sí, deberán actuar en consecuencia de ello. No será fácil. El camino se oscurecerá gradualmente. Pero protagonista y antagonista proyectarán su propia luz creyendo recibirla. Y en la ruta parecerá mediodía. Será una luz violenta. Hasta las plantas abrirán grandes los ojos y tirarán su petaquita diciendo “no tomo más”. El significado de la palabra “belleza” estará escrito en el interior de cada célula de esa situación. En otro tamaño de letra estará en el borde mojado de las hojas y más grande aún en el interior de las tiritas del arco iris, en blanco y negro. Cada barco que zarpe se conducirá en zig-zag escribiendo la palabra con espuma. En esos días nadie será capaz de distinguir diurno y nocturno. Ni cerca o lejos. Ni alto o bajo. Ni los diferentes tamaños. Ni presencia o ausencia. Ni protagonista o antagonista. Ni de saber qué es distinguir. Ni qué es ni.

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